El precio de ser y estar en politica: la soledad de Carmen Diez de Rivera.


Me asomo en el dia de hoy, con admiración, a una vida titánica. Hoy sería el día de su cumpleaños; su 67 cumpleaños.nació en Madrid el 29 de agosto de 1942 y falleció en la misma ciudad el 29 de noviembre de 1999.
Carmen Díez de Rivera encarna una tragedia que se proyecta sobre una España decidida a olvidar todo lo que pueda ser un obstáculo al goce. Fue la hija pequeña de María Sonsoles de Icaza, esposa de Francisco Díez de Rivera, marqués de Llanzol. Nace en 1942 y pronto llama la atención por la belleza de sus ojos azules y el rubio intenso de su pelo. En el Madrid dolorido y pequeño de entonces empieza a correr la especie de que el padre es Ramón Serrano Suñer, el influyente ministro de Asuntos Exteriores y cuñado de Franco.
Se hizo famosa en la Transición. Durante nueves meses, de julio de 1976 a mayo de 1977, Carmen Díez de Rivera e Icaza fue jefe de Gabinete del primer Gobierno de Adolfo Suárez. Tenía 33 años, era la primera mujer que llegaba a ese puesto en España y nunca se quitaba los pantalones vaqueros. Había estudiado Ciencias Políticas y hablaba francés, inglés y alemán. Había trabajado en Televisión Española con Suárez, al que conoció cuando todavía era secretario general del Movimiento.
Hija de la marquesa de Llanzol, por su enorme atractivo, su pelo rubio, sus bellos ojos azules, y los constantes rumores acerca de su vida privada, a Carmen se le otorgó el estúpido sobrenombre de la musa de la Transición. A ella, esa denominación le parecía una soberana tontería. Pero, decía, «viendo lo que es España ahora, no es difícil imaginar lo que fue para mí, para una mujer de esas características y con ese puesto, hace 23 años».
«Me fastidiaba mucho tener un exceso de físico. En un país tan machista, era muy difícil que te tomaran en serio», afirma Díez de Rivera quien, entre otras muchas tonterías, hubo de convivir con el sobrenombre de la musa de Adolfo Suárez, de cuyo primer Gobierno, en 1977, fue jefa de Gabinete durante nueve meses. Tenía entonces 33 años. «Había quien se preguntaba por qué una mujer así estaba empeñada en trabajar. Las alternativas que te ofrecían eran evidentes. Pero me fastidiaba mucho, y me obligaba siempre a estar en un top level. Antes de que me juzgaran, tenía que demostrar que era inteligente».
Primero desde Castellana 3, donde se instaló la Presidencia del Gobierno, y luego en el palacio de La Moncloa, jugó un papel fundamental en la legalización del Partido Comunista y en la abdicación de Don Juan. Muchos la recuerdan todavía por su famoso chinchón con Santiago Carrillo cuando de éste casi no se podía decir ni el nombre, y ella habló con él en público. Ese episodio, y otros, le valieron más de un disgusto con sus superiores.
Profundamente de izquierdas, el sarcasmo de algunas "eminencias" de entonces le dolía aún. Si tanto interés tenía en que se legalizara el Partido Comunista en España, llegaron a sugerirle, ¿por qué no sacarse un billete de ida, pero sin vuelta, a Moscú? Allí quizá estaría mejor que en Madrid. Muchos de éstos han brillado infinitamente más que ella en las biblias de la Transición. Ella siempre prefirió ser una «mujer escondida». « La calumnia y la maledicencia agotan» decía.
Precisamente,agotada, tardó diez años en recuperarse de su intensa experiencia durante la Transición. Volvió a la política, en 1987, a la Eurocámara de Estrasburgo, de la mano del Centro Democrático y Social (CDS), el segundo partido de Suárez. Lo abandonó cuando esta formación decidió integrarse en la Internacional Liberal.
En el Parlamento Europeo, optó por ocuparse de lo que siempre le interesó de verdad: la gente. Lo hizo desde las comisiones de Medio Ambiente, Salud Pública y Protección del Consumidor. Votó siempre a su aire y, miembro del PSOE desde 1989, no le importaba nada romper la disciplina de partido cuando ella lo consideraba. Así, se opuso a la elección de Jacques Santer, al que no consideraba lo suficientemente cualificado para ser presidente de la Comisión Europea.
Ella resumía así su labor: «¡Yo no estaba allí [en el Parlamento] para votar por los intereses de las petroleras!». Elaboró el dictamen sobre política medioambiental y participó en la realización del proyecto del número telefónico 112, de llamadas de urgencias para casos de peligro de catástrofes en los países de la Unión Europea. Se declaraba «ecosocialista». Exasperante incluso para algunos compañeros de su mismo grupo, el Parlamento Europeo en pleno le brindó un emocionado adiós cuando tuvo que dejar su trabajo.El Medio Ambiente, la Salud Pública, la Protección al Consumidor son los asuntos de los que se ha ocupado, y cómo, en el Parlamento Europeo. «Si no podemos respirar el aire porque nos da cáncer, y no podemos beber agua más que de botella, entonces esto es un fracaso», señala quien dice no haber dejado nunca «una carta sin contestar o una llamada sin devolver» pues «para eso me pagaban del erario público».
Quisquillosa con los partidos después de una larga experiencia política, defiende con pasión las listas electorales abiertas, como ocurrió en la II República: «Ayudaría a regenerar la vida política». Detesta los aparatos. Antes de caer enferma, ya envió una carta a Felipe González, cuando el PSOE aún gobernaba en España, comunicándole su decisión de no volverse a presentar. «Durante la Transición había más utopía, más generosidad. Ahora, la política tiene que ser renovada. En junio, va a haber elecciones al Parlamento Europeo, y esto de que tengan que ser siempre los mismos me parece inconcebible. Hay que dar una cuota para los jóvenes», afirma ella, que fue precoz en casi todo.
Pero, obstinada y corajuda, resistió hasta el final,luchando contra la enfermedad . En Menorca, pasó los dos últimos meses de vida antes de ser ingresada; se hacía leer todavía los periódicos. Estaba al tanto de todo lo que pasaba dentro y fuera de España y lo comentaba con pasión.
Más que la que ella vivió, le preocupaba ahora «esa segunda Transición que todavía se ha de realizar en España y que ninguno de los grandes partidos ha querido emprender».
Libre y lúcida, veía los fallos de unos y otros. Consideraba que ahora, casi 25 años después de la muerte del dictador, ya sí se podía hablar claro en este país. Andaba obsesionada por ayudar a los jóvenes, por que éstos tuvieran más oportunidades, sobre todo en el campo de la política. «¡Qué hartura, siempre los mismos!», decía ella, que ya antes de caer enferma envió una carta a Felipe González diciéndole que no volvería a repetir escaño en Estrasburgo.
Seguro que oirla hablar de la vida era fascinante, alguien que había vivido una existencia dura, demasiado. A los 15 visitó París, a la que adoraba, y lloró de pena al compararla con la «gris y aburrida» ciudad que era entonces Madrid. A los 16, 17 años, sufrió un fuerte revés familiar que la marcó para siempre. Mucho más, según decía, que la enfermedad que acabó con su vida. Durante tres años, hasta los 21, trabajó en Costa de Marfil de cooperante. Contaba que aprendió a vivir de esas rentas: «Aprendí entonces que era una privilegiada». Nunca se casó , aunque le hubiese gustado tener hijos varones, porque «les toca sufrir menos».
Tantos dolores del alma la convirtieron en la persona que fue, de una increíble sabiduría y un genial sentido del humor. Blanda por dentro y dura por fuera, si por algo le hubiera gustado ser recordada es porque a pesar del precio que se paga, vale la pena ser libre.Salirse de su clase le costó mucho trabajo, no la aceptaban ni los de un sitio ni los de otro y mucho menos en la Politica
La profunda soledad le venía de no tener, de verdad, de verdad, ninguna familia. Desde los 16 años se sintió desarraigada y ni en los Díez de Rivera ni en los Serrano Súñer encontró el apoyo emocional suficiente. Sin duda influyó su carácter: si hubiera sido más flexible y menos exigente habría podido superar el trauma. Quizá, hoy en día habría acudido a un psicólogo y al cabo de poco tiempo hubiera seguido con su vida.
Pero Carmen no vivía amargada. Era una persona muy vital que pasó por momentos felices , como casi todos y eso la hace mas cercana, mas una de nosotros. Su difícil pasado le pesó siempre, y desgraciadamente murió sin superar algunos acontecimientos. Sí era muy crítica con la mediocridad que la rodeaba; tal vez fuese la culpa de su Deutsche Erziehung (educación alemana).
Lo cierto es que un poco de más flexibilidad le habría ayudado; pero ya no sería Carmen, y ella era auténtica en todo.
Carmen es todo un ejemplo para los politicos ya de derechas o ya de izquierdas, yo la recuerdo humilde desde su grandeza, la recuerdo honesta e intransigente con quien no lo era; preparada y con una tremenda voluntad para aprender y conocer aquellas cosas que le preocupaban y le interesaban…Las habladurias sobre su vida no la pueden manchar, podrian hacernos daño a los que la queremos.No descarto escribir sobre su pensamiento politico y sobre sus logros a favor de una Europa mas justa y mas verde.
La echo mucho a faltar en estos momentos en que la situacion del bipartidismo en España esta como esta y en medio de esta crisis economica global, echo de menos sus pensamientos agudos y sin tapujos , su claridad de vision.
Mas que hada benefica o musa, se que ella hubiese preferido que la tomaran como lo que era y por lo que trabajo, una MUJER POLITICA, INDEPENDIENTE Y PROGRESISTA…con mayusculas, esto le cuadra perfectamente si queremos ponerle un apelativo a alguien con su talla moral y humana.

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